El pino de Navidad no llegó a Grecia hasta el siglo XIX, cuando el rey Otto de Baviera llevó la costumbre alemana a los países del Mediterráneo.
La idea del pino llegó a cuajar, pero no a imponerse definitivamente. En nuestros días, revive la tradición centenaria y los botes decorativos vuelven a ocupar su lugar.
Bendecida con uno de los tramos más largos de costa en Europa, Grecia siempre ha sido una nación de navegantes. Los hombres trabajaron largo y duro en el mar, lejos de sus casas, durante largos períodos de tiempo. Las mujeres de las islas griegas esperaban el regreso de sus padres, hermanos, esposos e hijos, un momento feliz que las familias celebraban decorando barcos de madera. Era una forma especial de dar la bienvenida al hogar.
De esta forma, las naves decorativas se extendieron por gran parte del país y se convirtieron en una costumbre navideña. Se colocaban cerca de una puerta o chimenea con la proa apuntando hacia el interior de la vivienda, representando el exitoso viaje desde el continente. A veces, se colocaban monedas u otros objetos de oro dentro para simbolizar la riqueza de un hogar.
Además, los niños de las islas griegas iban de puerta en puerta con estos botes de madera cantando villancicos. Los vecinos dejaban golosinas dentro de cada bote en una tradición similar a la ya perdida en nuestras tierras, cuando los más jóvenes recorrían de puerta en puerta sus vecindarios cantando y extendiendo la pandereta para que les donaran algunas monedas.
Con mis mejores deseos para estas fiestas de Navidad que ahora se acercan, y que el 2019 se convierta una singladura llena de éxitos. ¡Feliz navidad!