1/ Londres, el primer semáforo de la historia.
2/ Los Ampelmännchen de Berlín.
3/ Los novedosos semáforos paritarios de Valencia.
4/ Ripio de despedida, por Fray Josepho.
Transcurría el día 9 de diciembre de 1868 cuando en Londres, frente al edificio del Parlamento, comenzaba a funcionar el primer semáforo de la historia. Diseñado por un ingeniero ferroviario llamado John Peake Knight, se basaba en las señales que en la época se utilizaban para que los trenes circularan correctamente. Solo se empleaban en las noches londinesas y eran muy diferentes a los actuales. Tenían dos brazos que se levantaban para indicar el sentido que tenía que detenerse, y se le añadieron 2 lámparas de gas de colores verde y rojo para que se vieran mejor. Además, montaba un sistema de zumbidos: un pitido significaba que podían avanzar unos vehículos, y dos, que podían hacerlo los de la otra avenida. El problema es que el dispositivo debía ser accionado por un policía que lo controlaba. No había pasado ni un mes desde su estreno y la torre de luces explotó matando al agente que lo operaba. Tras el suceso, los ingleses llegaron a hacer mofa con el invento reproduciéndolo como un fantasma aparecido en la noche (aparición terrorífica vista durante una noche de niebla reciente en Westminster).
El muñeco de los semáforos de Berlín, el Ampelmann, uno de los iconos más famosos de la ciudad, comenzó a realizar su función en la parte oriental el 13 de octubre de 1961. La idea era simple, mostrar una figurilla cuyo lenguaje gestual fuera comprensible por todo el mundo. Fue creado por el psicólogo Karl Peglau como parte de una propuesta para modificar los diseños de todos los semáforos. Peglau era crítico con el hecho de que los colores habituales de los mismos (rojo, amarillo y verde) no eran de utilidad para aquellos ciudadanos incapaces de diferenciar los colores (alrededor de un 10 por ciento de la población total) y que las luces en sí mismas eran demasiado pequeñas y débiles para competir con los anuncios luminosos y la propia luz del sol. Peglau pensó en usar la silueta de un hombrecito cuyo lenguaje gestual fuera comprensible por todo el mundo. Decidió también eliminar la luz ámbar, debido a que el tráfico de peatones no discurre generalmente de forma tan apresurada como el de vehículos. La secretaria de Peglau, Anneliese Wegner, dibujó el Ampelmännchen (hombrecillo del semáforo) siguiendo las indicaciones de su jefe. En el primer boceto tenía dedos, pero esta característica se desechó por motivos técnicos relacionados con la iluminación. Para sorpresa de Peglau, el sombrero del hombrecillo, "jovial y alegre" pero susceptible de ser considerado un símbolo de la pequeña burguesía, contó con el beneplácito final de las autoridades.
La alcaldía de Valencia, al mando de don Joan Ribó i Canut, catalán de Manresa y catalanista, ha inventado un artilugio absolutamente prodigioso, el semáforo paritario. La verdad es que deberían denominarlos paritorios, porque lo que han hecho es una gran parida. ¿Quién los ha diseñado? Lo que se ve es un hombre y un hombre con faldas, un personajillo que es el mismo personajillo con sus pantalones de siempre al que le han puesto unas faldas. O sea que son semáforos para hombres y “mujeros”, que es como se podría apodar cariñosamente a esos individuos masculinos con basquiñas.
Esto de que sea un hombre y un hombre con faldas mueve a una confusión enorme. ¿Qué hacen las mujeres? ¿Pasan o no pasan? ¿Esto es solamente para los hombres convencionales y los travestidos o también para las señoras? Y la pregunta lógica y primera es, con los semáforos estándar que regulaban hasta ahora el tráfico che ¿había dejado de pasar alguna vez alguna valenciana desde que tuvo uso ambular, desde que ambula o anda, desde que tuvo un año y empezó a caminar, o desde que se vistió por primera vez de fallera? Jamás se vio en Valencia a una persona de sexo aproximadamente femenino que dejara de cruzar la calle con el semáforo en rojo porque no tenía un signo que se refería a ella. ¡Amparo, que tienes que pasar! Amparo veía la luz verde y pasaba. Ya se sabe que las apariencias engañan, pero por lo general en Valencia se nota: esos son hombres, esas son mujeres, eso es un perro... ¿Se puede creer que una sola valenciana, de niña a mujer y de mujer a anciana con taca-taca, ha dejado de pasar por un semáforo porque aparecía un símbolo que puede ser un hombre, puede ser un monigote, puede ser un niño, puede ser un click de Playmobil, puede ser un transexual, puede ser un concursante de gran hermano, puede ser un sobrino de Rita Barberá con caloret, puede ser uno que se lo llevaba crudo (algo muy habitual en Valencia) o un político imputado? ¿No será que pretenden que se pase en pareja, hombre y mujero, al encontrar un semáforo paritario?
Tal vez sea que al alcalde le ponen los derviches giróvagos. Los derviches, palabra que significa mendigos o mendicantes ascéticos, son esos turcos de religión sufí con unos gorros de mago Merlín acabados en punta ataviados con pantalones y falditas blancos, y que no paran de dar vueltas (es muy improbable encontrar a otros hombres vestidos con pantalones debajo de las faldas). Y así engalanados se tiran 3 y 4 horas girando y girando, hasta alcanzar una especie de nirvana que no es estático sino móvil. Son los hombres peonza. Podría ser que el señor Ribó y sus compinches quieren convertir a todos los valencianos y valencianas en derviches giróvagos (resulta que no hay dervichas). Y siendo así, se vería obligatorio dar varias vueltas sobre el propio eje personal antes de enfrentarse a un semáforo y decidir si cruzar o no la calle. Por supuesto, solo los hombres vestidos de hombre o de mujer, las damas no pueden pasar porque no hay símbolo para las señoras.
4/ Ripio de despedida, por Fray Josepho.
¡Voy a amputarme el pene, y usarlo como fusta
para disciplinarme con fuerza las espaldas!
¡Y gritaré entre tanto lo mucho que me gusta
que al fin a los semáforos les hayan puesto faldas!
Fray Josepho
“Soy macho y por tanto culpable”