viernes, 28 de junio de 2013

Armenia y Nagorno Karabakh - Julio 2013

Tanto atrae la tierra que los viejos andan encorvados.
(Proverbio armenio).

No me gustan las fiestas de pueblo, aunque sean de un pueblo grande como Pamplona, y menos cuando son por decreto. No me gustan las multitudes, y menos cuando son por decreto. No me gusta vestir de blanco y rojo, y menos cuando es por decreto. No me gusta emborracharme, y menos cuando es por decreto. Resumiendo, que aborrezco estos Sanfermines en los que multitud de energúmenos desmadrados se dedican a beber y beber disfrazados de lo que algunos llaman “traje” de pamplonica. Así que, una vez más, emprendo la huida. Esta vez a Armenia y Nagorno Karabakh, una viaje que nos promete terminar “encorvados”, y que hemos conseguido gracias a los esfuerzos del amigo Javier y su nueva empresa Ikemevoy. En Pamplona se quedan los castas invadidos por hordas de botarates ahogados en el alcohol.



Los armenios afirman que tres flores blancas se abrieron: una para el que lee, la sgunda para el que escribe, y la tercera para el que respeta lad sagradas leyes de la hospitalidad. Por ello, cuando reciben a un huésped reciben a un enviado de Dios y le dan la bienvenida a su casa.




Viernes, 5 de julio.
Pamplona, Barcelona, Praga, Yereván.
Tedioso desplazamiento hasta Yereván.
Madrugamos para desplazarnos de Pamplona a Barcelona. Teníamos que estar en el aeropuerto para el mediodía y no deseábamos padecer algún imprevisto que nos impidiera llegar. El trayecto fue todo lo aburrido que acostumbra a ser algo que ya has repetido montones de veces, pero llegamos bien y muy tranquilos. Tras dejar el coche en el parking, nos dirigimos directamente a los mostradores de embarque de las líneas aéreas checas. Perfecto, éramos de los primeros y nos desharíamos de las maletas pronto, para no verlas hasta Yereván. Pero las Czech Airlines no son, precisamente, un dechado de organización y tardaron bastante en poner en funcionamiento las operaciones de embarque. Y en cuanto abrieron, un montón de chinos que debían estar escondidos ellos saben donde, aparecieron como por arte de magia para colarse por todos los sitios. Si hace unos minutos estábamos muy cerca de la cabecera de las filas, ahora nos encontrábamos en mitad de la tabla.
Cuando por fin nos dieron las tarjetas de embarque para los vuelos de Barcelona a Praga y de Praga a Yereván (que alivio no tener que soportar más chinos en el aeropuerto de Praga), nos creíamos libres de la invasión, pero nada más lejos de la realidad. Otra vez, ya en la pasarela hacia el avión, vinieron los mismos chinorris maleducados intentando colarse. ¡Qué plaga! Sin embargo, esta vez no pudieron. Pusimos esa cara de locos enfadados que pocas ocasiones utilizamos y conseguimos impedir que nuevamente pasaran a la francesa.
Los Airbus 320 de las Czech Airlines tienen los peores asientos en los que he volado. Son duros, incómodos, no disponen de entrada para auriculares y los reposabrazos parecen sacados de un tren de los años treinta del siglo pasado. Después de un trayecto de más de dos horas el trasero se queda plano y lo que más se desea al finalizar el desplazamiento es permanecer un rato de pie como ejercicio de recuperación, el pompis lo agradece.
El inicio del vuelo fue un tanto subrealista. Saludos y más saludos en idiomas que no entendíamos. Bla, bla, bla, de todos los colores y nunca en español. Pero, sorpresa, la última alocución de bienvenida la parlan en catalán. Esto si lo entendimos, porque aunque quieran imponer y rotular esa lengua, no es más que un francés mal hablado muy fácil de interpretar.
Arriba, por encima de las nubes, en el mejor lugar para un avión, nos sirvieron la “comida ligera” que figuraba en las reservas, aunque si con lo de ligera ya exageraban se puede imaginar con lo de comida. El festín consistió en una bolsa de 20 gramos de galletas saladas y un vaso de agua. Varios pasajeros acabaron muy mal el viaje y hubo que atenderlos en destino del empacho que sufrieron. Más vale que nosotros nos habíamos preparado unos sándwiches en Pamplona para evitar estas contingencias. Con todo, nada más aterrizar en Praga, donde teníamos que esperar 5 horas, la primera preocupación fue comernos unas salchichas inmensas que aliviaron momentáneamente nuestros estómagos. En estas nos estábamos, tragando como los más necesitados, cuando apareció Beatriz Matallana, compañera de fatigas en los Maristas de Sarriguren que se dirigía también a Armenia en una peregrinación de una parroquia de Villaba. Curiosamente, después no coincidimos nunca en el viaje. Todo su grupo, incluido el párroco organizador, se nos hicieron los conocidos y cogieron tal confianza con nosotros que hasta una de ellas (con algún aire de sor) nos preguntó las motivaciones para acercarnos a tal destino. No atiné a contestarle con una respuesta de su agrado, ya que como dice el amigo Laureano Casado si Dios hubiese deseado que el hombre volara no le hubiera dado alas, sino “money”. Pues eso, en julio nos fuimos a Armenia porque el dinero nos lo permitió.
De Praga a Yereván el vuelo, en el mismo tipo de avión, dura más de 3 horas para llegar a la capital de los armenios cerca de las 5 de mañana. Nuevamente las líneas aéreas checas dieron muestra de su ineptitud, ya que pasadas las 2 de la madrugada nos ofrecieron una carne picante que de nuevo dejaba el cuerpo para el arrastre. Así que cuando aterrizamos en el aeropuerto de Zvartnots y conocimos a nuestra guía Kristina y al conductor Araik, lo único que deseábamos era tumbarnos en una cama en el Ani Plaza Hotel de Yereván. No obstante todavía tuvimos oportunidad de sorprendernos con la enorme cantidad de casinos que trabajan entre el aeropuerto y la capital. Parece ser que en Armenia los centros de apuestas no pueden instalarse dentro de las ciudades.

Sábado, 6 de julio.
Yereván, recorrido de la ciudad: Museo de Historia,  Museo y Memorial de Genocidio Armenio, Museo de los Manuscritos de Matenadaran.
Museos con mucho sueño.
El 6 de julio fue un día duro. Nos habíamos acostado cerca de las 5 de la mañana, y para las 11 ya estábamos citados en el hall del hotel para comenzar las visitas a los principales museos de Yereván. ¡Menudo chupinazo!
La primera visita, sin embargo, no tuvo nada de cultural. Era necesario hacernos con drams, la moneda local con el fin de sobrevivir los primeros días. Para conseguir dinero en Armenia no es necesario acercarse a un banco, basta localizar un supermercado abierto las 24 horas del día. Justo al lado del hotel había uno, así que, por indicaciones de Kristina, allí entramos. El agente de cambio se encontraba encerrado en una especie de pecera acristalada de tamaño individual y por una rendija recibía los €uros y devolvía drams. Supongo que sería una medida de seguridad, pero el espacio era absolutamente claustrofóbico.
Una pequeña caminata de unos 10 minutos nos permitió despejarnos un poco mientras llegábamos a la Plaza de la República. Justo antes vimos el edificio Cinema Moscú, una sala de cine que levantó el régimen soviético en 1931 tras derruir una de las iglesias más antiguas del mundo, la de San Pedro y San Pablo que databa del siglo V. Más de 1500 años de historia demolidos para construir un edificio bastante feo donde ver películas. Ahora bien, en la placeta donde está ubicado, y como compensación cultural moderna, han instalado un ajedrez gigante y dos esculturas horrorosas que representan un toro y una araña trabajadas con trozos de metal. Dan mucho miedo.
La Plaza de la República es la más grande de Yereván y supone el centro neurálgico de la ciudad. Tiene forma ovalada y la cierran varios ministerios, el hotel Marriot (un poco mejor que el Ani plaza), y el Museo de Historia y Galería de Pintura. En el Museo de Historia nos aburrimos un poco porque estábamos derrotados del viaje y del madrugón. Por lo que comprobamos, en Armenia los museos nacionales no los explica la guía del viaje, sino otras puestas por el gobierno. La que nos tocó a nosotros era muy pesada y con su monótono timbre de voz no consiguió engancharnos para apreciar los importantes hallazgos arqueológicos que allí se muestran: estatuillas de bronce, cerámicas, armas, escrituras cuneiformes, e innumerables figuras de plata y oro.
Desde aquí, y ya con el mono volumen, nos condujeron al Memorial y Museo del Genocidio Armenio. En 1915 el gobierno turco masacró a la población armenia muriendo no menos de millón y medio de personas. Se encuentra en una colina en la que destaca una estela o columna afilada que simboliza el resurgimiento nacional después de la tragedia. Cerca, 12 placas inclinadas, que simbolizan las 12 áreas donde se produjeron las masacres, protegen a los muertos representados por un círculo central en el que arde una llama eterna. El museo, más moderno, está integrado en el propio montículo con dos plantas subterráneas para que no destaquen  sobre el Memorial. Las salas son bastante oscuras y solo están iluminadas por rayos de luz que atraviesan espacios en forma de cruz, lo que produce que las imágenes, muy dolorosas, ofrezcan mayor impacto. En la misma salida del complejo, en un bosque se encuentra el restaurante Akori, en el que cada grupo dispone de una cabaña separada donde comer. Fue nuestra primera toma de contacto con la comida de Armenia, la mejor de todos los países que hemos recorrido como turistas.
La última cita de la jornada era el Instituto de Antiguos Manuscritos de Matenadaran, uno de los museos más importantes del mundo y el número uno en lengua armenia. La tradición de guardar y conservar códices es muy antigua en Armenia, y ya existía un depósito en el siglo V en Echmiadzin. Pese a que las obras expuestas eran muy buenas, el cansancio acumulado no nos permitió disfrutarlas como merecen.
Un breve descanso en el hotel consiguió que a última hora de la tarde diéramos un paseo en el que descubrimos un local muy bien decorado, con temas armenios, y con una carta muy amplia. Probamos una de las muchas marcas de cerveza local, Aleksandrapol, que como todas las de allí es muy buena y barata (½ litro nunca llega a 2 €uros). Al regreso, en la cafetería del Ani Plaza, y mientras tomábamos otra, esta vez de grifo y llamada Kilikia, uno de los camareros nos preguntó por nuestro municipio de origen. En Armenia no conocen nada de las ciudades españolas, y mucho menos de su localización en el mapa, por lo que Pamplona ni les sonaba ni a chino ni tan siquiera a San Fermín. Así que lo único que llegan a conocer es el equipo de fútbol y el nuestro es Osasuna. Uno de los encargados de la barra debía saber de ese deporte que un amigo mío llama cozeo porque enseguida puso mala cara, pero el otro, muy educado pero también muy ignorante, llegó a comentar que era un “very good team”. La carcajada del entendido tuvo oírse en todo el país. De aquí, a cenar y a la cama, que ya era hora.

Domingo, 7 de julio.
Yereván, Echmiadzin, Ruinas del Templo Zvartnots, Iglesia Santa Hripsime, Iglesia de Santa Gayane, Yereván. 
Error al pagar en Echmiadzin.
Iniciamos la jornada con un paseo a pie hasta un parque con un lago que linda con la Opera House, un bello edificio que recuerda a las construcciones clásicas de influencia romana. Su fachada es circular, aunque su estructura general tiene forma de elipse para dar cabida a los espacios necesarios para las representaciones teatrales. Muy cerca, la Cascada (Cafesjian) es uno de los lugares más impresionantes de Yereván. Es un complejo inaugurado en 2009 que asciende como una escalera por una colina adornado con jardines y caídas de agua en los laterales. Tanto el interior como el exterior albergan un museo de arte moderno con obras de Botero (con sus gordos y gordas), o Barry Flanagan (con sus esculturas representando liebres con las orejas tiesas).
Aquí nos viene a recoger el mono volumen para visitar los primeros edificios religiosos del itinerario. Entre Armenia y Nagorno Karabakh todavía se pueden encontrar más de 2500 iglesias o monasterios. Todos son pequeños, se construyen con tufa o con basalto y tienen una estructura muy simple. Los juegos de volúmenes (el círculo para la cúpula y el cuadrado o rectángula para la planta de cruz o de tres naves) permiten abrir numerosas entradas de luz natural. La sobriedad de la decoración interior y su ubicación aislada en plena naturaleza y paisajes espectaculares las hacen magníficas, bellas, eternas e imperecederas.
En Echmiadzin, nuestro primer objetivo del 7 julio (San Fermín) hay tres muy buenos ejemplos: Santa Hripsimeh, la Catedral y Santa Gayaneh, un conjunto declarado Patrimonio de la Humanidad.
Hripsimeh era una joven romana muy hermosa a la que pretendieron casar con el emperador Diocleciano. Para evitarlo huyó a Armenia, pero el mandatario de Roma avisó al rey pagano armenio, Titidates III para que la apresara y la devolviera. Como era lógico, Titidates también se enamoró de Hripsimeh y también pretendió desposarla. Hripsimeh, que debía ser muy casta o muy poco amante del poder, igualmente lo rechazó. El cabreo del rey armenio debió ser tan grande que la torturó hasta el martirio. En el lugar de la muerte se construyó en el siglo IV una iglesia tan sólida que permanece intacta desde entonces pese a los numerosos terremotos y guerras sucedidas en la región.
La Santa Sede de Catholicos, catedral de Echmiadzin fue erigida en el siglo V, por lo que es la catedral cristiana más antigua del mundo. Mantiene el diseño tradicional con forma de cruz rematada por un domo, pero ha sufrido numerosas modificaciones y restauraciones. Sus tesoros, que no pudimos ver, son abundantes: la lanza con la que Longinos atravesó el costado de Cristo, innumerables manuscritos, valiosas joyas, atuendos religiosos bordados con piedras preciosas, etc. Alrededor del edificio catedralicio se erigen numerosos monumentos de importancia: la torre del reloj, la librería, el antiguo seminario, la puerta del rey Trdat, además de escuelas y albergues.
Parece que el rey Tiridates III era obseso de lo peor, un salido al que le gustaban las novicias jóvenes. Por ello, no solo se intentó ligar a Santa Hripsimeh, sino también a Santa Gayaneh. Esta era la abadesa de la iglesia de Santa Hripsimeh y también dio calabazas al monarca, por lo que corrió la misma suerte que su predecesora. En el lugar del sacrificio se levantó en el 630 la iglesia que la recuerda.
En la misma localidad de Echmiadzin se encuentra el "centro temático" Cruz de Dios Aramea, en el que atienden a jóvenes enseñándoles oficios. Tras dar una vuelta por las instalaciones, comemos en un patio muy coqueto. Decidimos probar el vino blanco armenio pero nos parece “un vino de Misa”, dulce y fuerte. En los postres nos ofrecen unos pastelitos típicos que tienen truco, ya que uno de ellos lleva incrustada una moneda. La tradición indica que al que le toca la moneda le espera una año pleno de todo tipo de bienes. Ante perspectiva tan halagüeña, y dado que desde mi posición se veía con toda claridad cual era el que tenía premio, me apresuré a hacerme con él. Así que, aunque con trampas, espero una temporada muy agraciada. Antes de partir tuvimos la oportunidad de adquirir algunos recuerdos en la tienda del instituto, lo que posteriormente se convirtió en otra de anécdotas del viaje. Resulta que pagué con VISA el importe de las compras y me olvidé del asunto. Por suerte, guardé el ticket ya que días después la guía Kristina recibió una llamada en la que le comentaban que me habían cobrado mal, que en lugar de 28000 drams habían marcado 2800. Quedamos en que el último día del viaje, que pasábamos cerca, volvíamos a abonar el resto. Por si acaso, por la noche eché un ojo al comprobante y, ¡sorpresa!, no habían marcado 2800 drams sino 280,00. Así que me descontaron 0’54 €uros pagados con tarjeta. No fue eso lo peor, y es que el día que fuimos a solventar nuestra deuda tampoco supieron marcar bien con el aparato de la VISA. Por ello, decidí pagar en €uros y que me devolvieran en drams. No debe ser normal ser honrado ya que llamaron al presidente de la Cruz de Dios Aramea que me agasajó con frases del estilo de que si todas las personas funcionaran como yo, el mundo iría mucho mejor, etc. Consiguieron ponerme “colorao”.
De regreso a Yereván nos detuvimos en el templo de Zvartnots. Aunque ahora está en ruinas, cuando fue fundado en el siglo VII superaba en belleza y grandeza a la Catedral de Echmiadzin. Su diseño era muy original, con planta circular compuesta con tres poliedros y rematada por una cúpula en forma de cono. Su construcción demuestra los altos conocimientos arquitectónicos que tenían los armenios hace unos 1400 años. El templo está enclavado en una llanura dominada por el Monte Ararat, al que Noé llegó al finalizar el Diluvio Universal. Sin embargo, pese a lo bien colocado que está el Ararat para las fotografías, no pudimos verlo en los 12 días del viaje porque siempre estaba oculto por la calima. Por cuestiones políticas, el Monte Ararat, un volcán inactivo, se encuentra en la actualidad en territorio turco, pero se ve desde cualquier parte de Armenia. Para los armenios, la montaña bíblica es signo de salvación, de admiración y respeto, por sus leyendas, misterios y tragedias. La cima del Ararat tiene 5165 metros de altura y un desnivel desde la base de más de 4000, lo que hace que probablemente sea la cumbre con mayor desproporción de nivel del mundo.
Antes de tomarnos un breve descanso en el hotel, nos acercamos al mercadillo llamado Vernissage. Es el más grande Armenia y se instala todos los fines de semana cerca de la Plaza de la República. Nació de la exposición popular de artistas jóvenes y, poco a poco, se fue ampliando con otro tipo de comerciantes que ofrecen pinturas, cerámicas, ropa, joyas, libros, etc. Por supuesto, no pudimos escapar de realizar alguna buena “inversión”. Mientras paseábamos entre los puestos Kristina me hizo la pregunta del millón, si teníamos nietos. Hasta ese momento no pensaba que yo mostraba ni un aspecto tan decrépito ni tan responsable.
Si el 7 de julio se celebra en Pamplona la fiesta de San Fermín, en Yeraván era un lunes reservado para una celebración dedicada al agua. Es como una batalla del vino de Haro pero en límpia ya que solo se tiran agua. Los jóvenes llevan un cubo de plástico que llenan en las fuentes para vaciar su contenido sobre los incautos que se les acercan (generalmente eran jovencitas de buen ver) que acaban chirriados. A nosotros nos debieron cara de extranjeros o, simplemente, cara de pocos amigos, ya que nadie se atrevió a agredirnos. No obstante, lo hubiéramos agradecido porque pasaban los 30 grados.
Para cenar nos llevaron al local llamado “The Club” (www.theclub.am) que fue considerado como el mejor restaurante de Yereván en el año 2008. En una especie de cueva degustamos cocina armenia con un vino tinto de producción propia que entraba muy bien. El lugar tenía además una cosa pensada con inteligencia: solo tenía wifi en los cagaderos, con lo que se evita tener que llevar lectura cuando te sientas, basta con utilizar el móvil.
La retirada antes de subir a las habitaciones fue un fracaso. Pedro y yo intentamos tomarnos un cubata en el “Whisky Bar” del hotel, uno de ron y otro de ginebra y los dos con limón. No hubo manera, no conocen los refrescos de limón, aunque sí tienen Mirinda de Naranja. Además, y como no entienden nada de inglés, tampoco llegaron a entender lo de la ginebra. Así que acabamos tomando a cada mezcla, que no combinado, de Bacradí con Mirinda de naranja. Por lo menos eran baratos, ya que no nos cobraron ni 3 €uros por cada “cosa”.

Lunes, 8 de julio.
Yereván, Fortaleza de Amberd, Monasterio de Saghmosavank, Yereván.
Carretera imposible a la fortaleza de Amberd.
El día comienza subiendo al Parque de la Victoria, donde una estatua gigante de una señora con una espada representa a La Madre Armenia. Desde su altura, domina toda la ciudad como una dama protectora y, al mismo tiempo, siempre vigilante. Al parecer quiere simbolizar la paz duradera conseguida por la fuerza (la escultura está rodeada de aviones d guerra, tanques y vehículos militares), y dicen que también representa a las matriarcas de las familias armenias. Tiene 52 metros de altura y en 1962 sustituyó a otra que personificaba a Stalin. Junto a ella, un viejo Lada aparcado lleva la pegatina de la lo que aquí sería la ITV. Es chocante, el coche no puede ser más viejo pero la pegatina muestra un buga de los de gran lujo. Es de suponer que se manifiesta el deseo de las autoridades armenias para que se convierta en un Mercedes o aún mejor.
Desde aquí partimos fuera de Yereván para comenzar a ver una fortaleza y un par de monasterios de nombre imposible.
Debajo de otra de las montañas más míticas de Armenia, el Aragats, se toma una carretera (por llamarla de alguna manera ya que está sin asfaltar y el mono volumen va dando más botes que un balón de baloncesto) que lleva en unos 40 minutos infernales hasta la Fortaleza de Amberd. Fue construida en el siglo VII por un noble local, pero en 1236 la destruyeron los mongoles. Y así sigue. Muy cerca se accede una pequeña iglesia que acompaña al castillo. No tuvimos mucha suerte con uno de los visitantes. Padre de familia con hijos, estaba completamente borracho haciendo muchas tonterías dentro de la capilla y ya antes de acceder (seguro que a rezar, no) había tirado la botella de cerveza que estaba tomando al monte. ¡Si le pillaran los ecologistas que tenemos aquí!
Volviendo por la misma pista, al tomar contacto con una vía asfaltada, se encuentra el parque Monumento al Alfabeto Armenio. Cada letra tiene su escultura y también están representados personajes importantes de su literatura. El alfabeto lo inventó el monje y santo armenio Mesrob Mashtots sobre el año 405 y se compone de 36 letras de las que 21 provienen del griego, 11 tiene estilo también griego pero no pertenecen a ese idioma, y 4 se inspiran en el siríaco.
Cerca se encuentran los Monasterios de Saghmosavank (de los Salmos) y Hovhanavank (de San Juan Bautista). Colgados sobre las gargantas y desfiladeros que forman el río Kasagh son dos muestras bellísimas del arte armenio y estaban unidos por estrecho camino. Ahora de uno a otro el traslado se hace por carretera. Ambos son del mismo estilo y fueron levantados por orden del príncipe Vaché Vachutián sobre el año 1215. La iglesia principal de Saghmosavank es San Sión, mientras que la de Hovhanavank (uno de los monasterios más bellos de Armenia) se dedica a Surb Karapet (el Santo Precursor) y se distingue por su decoración rica de ornamentos vegetales. Un magnífico bajorrelieve en el tímpano de la entrada representa a las vírgenes sabias y tontas. La iglesia está precedida de un gavit (atrio) original (de 1250) y tiene una cúpula de 12 caras. En el 1270 se le añadió el campanario.
Para acabar el recorrido paramos en un complejo llamado Cáucaso, a las afueras de Yereván donde volvemos a degustar la exquisita comida del país. Por fin, al acercarnos al hotel realizamos una pequeña visita al Mercado de las Flores en el que compramos semillas de tomates, tan dulces y sabrosos que se consideran los mejores del mundo.
Ya en el hotel, y antes de salir a cenar, nos dimos un baño en la piscina. No salió barato, ya que al cambio fueron unos 6 €uros y, además, constantemente tuvimos que sortear el acoso de Moby Dick y de una señora que por su volumen se le parecía mucho (desde luego blanca era, y ballena tal vez). Además, nadaba tan mal y cambiando constantemente de dirección, que parecía que estaba huyendo despavorida del  Pequod, barco del capitán Ahab, que deseaba arponearla.
La cena, también de comida armenia, la hicimos en la Taberna Yereván, un local muy acogedor cerca de la Plaza de la República. Un sitio de moda en la ciudad.

Martes, 9 de julio.
Yereván, Khor Virap, Monasterio de Noravank, Karahunge, Monasterio de Tatev, Goris.
Canguelo en las “Alas de Tatev”.
La avenida Artsakh por la que partimos de Yereván para no volver hasta dentro de unos días es tan larga y ancha que los rusos la construyeron para que pudieran aterrizar aviones en caso de conflicto o emergencia. Nunca se dio la circunstancia, por lo que ninguna aeronave llegó a tomar tierra allí. Ahora, por si acaso, los armenios han colocado un muro que separa las dos direcciones, por lo que los Tupolev, Antonov, etc, tienen imposible intervenir. Queda demostrado que en Armenia no tienen ningún deseo del regreso de la Unión Soviética.
En menos de una hora llegamos al Monasterio de Khor Virap. Es la vista más típica de todo Armenia y de cada 5 postales que se puedan comprar, 4 muestran el monasterio con el monte Ararat al fondo. Por supuesto, como el que encargó el tiempo en aquellas fechas nos tenía manía, no pudimos ver la cima rodeada, una vez más, de nieblas. El cenobio se encuentra asentado sobre la colina en la que Tiridates III encarceló durante 13 años San Gregorio el Iluminador, antes de su conversión al cristianismo. La primera capilla del lugar se levantó en el 642, pero la actual data de 1662. Todo el conjunto está rodeado por una muralla y torres que le dan un aspecto de fortaleza. La entrada al recinto es gratuita, y lo único que cobran es la visita a “ese sitio” (100 drams, precio estándar en todos los cagaderos armenios, que no llegan a 20 céntimos de €uro). El modelo era de aquellos que había en España hace 40 años, con un agujero en el suelo y dos suelas donde colocar los zapatos talladas a cada lado. Por lo visto, la cadena del agua no funcionaba, por lo que la depresión estaba repleta de mocordos que olían como huelen los mocordos. Todo invitaba a desbeber y salir corriendo. Cerca de la entrada un vendedor ofrece palomas blancas para liberarlas tal y como hiciera Noé al posarse el arca en la cima del Ararat después del Diluvio Universal. Pero hay truco, las palomas se posan en el tejado de la iglesia principal de Khor Virap y cada noche el comerciante las captura para volverlas a vender el día siguiente a otros incautos liberadores de palomas.
     Después soltó a la paloma, para ver si habían menguado ya las aguas de la superficie terrestre.
     La paloma, no hallando donde posar el pie, tornó donde él, al arca, porque aún había agua sobre la superficie de la tierra;     
     y alargando él su mano, la asió y la metió consigo en el arca. 
    Aún esperó otros siete días y volvió a soltar la paloma fuera del arca.
    La paloma vino al atardecer, y he aquí que traía en el pico un ramo verde de olivo, por donde conoció Noé que habían  
    disminuido las aguas de encima de la tierra.
    Aún esperó otros siete días y soltó la paloma, que ya no volvió donde él. 
    (Génesis 8, 8 a 12).
En otros 60 minutos, y después de adentrarnos en una región montañosa nos detuvimos en el Monasterio de Noravank. Probablemente sea uno de los lugares más bellos de Armenia y está enclavado en el profundo desfiladero creado por la erosión de varios ríos como el Gnishil o el Amaghu. Al acercarnos se abre ante nuestros ojos en un paisaje espectacular, entre la verde frondosidad y los acantilados rojizos. El complejo data del siglo XIII que, rodeado por un recinto amurallado, alberga tres iglesias. La más importante es Astvatsatsin. Con un diseño profusamente decorado, posee dos plantas, accediendo a la superior por medio de unos escalones exteriores sin barandilla de protección. La segunda iglesia es Karapet. Posee un magnífico gavit o antesala, decorado con imaginativas khachkars (cruces de piedras armenias). Queda como tercer edificio la capilla Grigor, que contiene las tumbas de la familia Orbelian, destacando la del hijo del príncipe Elikum Orbelian por poseer un espléndido león tallado en el lápida. Ha sufrido numerosas restauraciones debido a los muchos terremotos que se producen en la zona. Noravank es muy conocido por ser uno de los más importantes Scriptorium (lugar de estudio, copia y lectura de libros escritos). Al acabar la visita nos encontramos con un sacerdote parlanchín que, tras preguntar por nuestro origen, nos explica con toda clase de razonamientos que los vascos son armenios. ¡Que se los queden para siempre! así no molestarán en el chupinazo ni en otras celebraciones de nuestra tierra navarra.
Para reponer fuerzas comemos un restaurante en la localidad de Areni, a la entrada del desfiladero, y debajo de una cueva en la que según nos explicaron en la visita al Museo de Historia del primer día, apareció el primer zapato utilizado por un humano. Descubiero en 2008, tiene más de 5500 años y está elaborado con piel de vaca cosida por arriba y por atrás. Un relleno de hierbas secas en su interior hacen pensar que servía para el aislamiento térmico del pie. Degustamos unos magníficos esturiones troceados y asados en hornos de leña.
Siguiendo nuestra ruta, nos desviamos de la carretera principal para acercarnos al Cromlech Karahunge, el Stonhenge armenio. Si bien algunos dicen que el significado de Karahunge es “Piedras Agujereadas”, parece que la realidad es que la traducción debería ser “Piedras Poderosas”. Es un conjunto de menhires megalíticos alineados con un círculo de piedras más pequeñas situadas en el centro. Existen varias teorías hacia su significado, aunque la más creíble es que se trata de un observatorio astronómico con una antigüedad de unos 7500 años. Muchas de las piedras poseen agujeros que podrían servir para mirar a través de ellas y observar la salida y puesta del Sol o los solsticios. Otras teorías o hipótesis, giran alrededor del Templo del Dios Ara (Sol), una universidad milenaria o una necrópolis de la Edad de Hierro o Bronce. Resulta curiosa la similitud en el nombre del Sol en culturas tan lejanas como la armenia prehistórica, Ara, o la egipcia faraónica, Ra.
A partir de aquí, mi canguelo iba en aumento y el corazón se estaba acelerando hasta casi la taquicardia. Reconozco que tengo un miedo atroz a las alturas, algo que algunos llaman vértigo y otros, con más tino, acrofobia. Y es que para llegar a Monasterio de Tatev, nuestra siguiente parada, teníamos que tomar el teleférico más largo del mundo: 5’6 kilómetros sin paradas con solo 3 torres de sujeción intermedias, que se hacen en 11 minutos (más de 30 k/h). Ahorra 22 kilómetros de terribles curvas y llega a “volar” 360 metros por encima del suelo. Por supuesto, se divisan paisajes espectaculares, salvajes, y profundas gargantas horadadas por el río Vorotan.
Parece que el término de Tatev deriva de Eustateus, discípulo de San Tadeo Apóstol. Sin embargo, otra leyenda cuenta que un muchacho joven durante la construcción de la iglesia subió a lo alto a colocar una cruz de su creación. Fue descubierto, perdió el equilibrio y cuando caía, pidió a Dios, ¡Ta Tev! ¡Dame alas! Se construyó en el siglo IX, para ser sede del obispo de Syunik, gracias al apoyo financiero del príncipe Feüpe de Syunik. 150 años después el complejo ya tenía más de 1000 monjes. Durante toda su existencia ha sufrido numerosos saqueos, asaltos e incendios por parte de los turcos y persas. El más grave en el año 1170, en el que los turcos seleúcidas, saquearon y quemaron cerca de 10000 manuscritos. El complejo monástico se compone de tres iglesias, San Pablo y Pedro, San Gregorio el Iluminador y Santa María además de una biblioteca, un comedor, un mausoleo, la residencia oficial del obispo, oficinas, habitaciones para los monjes, almacenes, cocina, panadería, bodega y otros edificios administrativos. Actualmente, muchas de estas dependencias están llenas de cacharros inútiles. Todo está rodeado por un muro con ventanas para la observación y defensa. Fuera de las iglesias se encontraba en perfecto estado una prensa para extraer aceite de sésamo y quizás de oliva, que ahora se ha convertido en un museo dentro de uno de los bloques. En el patio destaca la Columna Gavazan u Oscilante. Es un grueso pilar de 8 metros de altura, rematado por una cruz. Ha sobrevivido intacta a los terremotos que la obligaban a inclinarse pero, curiosamente, siempre retornaba a su verticalidad. Cuenta otra leyenda que el monasterio se salvó varias veces de las invasiones turcas, ya que oscilaba y vibraba avisando de la cercanía del enemigo. Tatev, desempeñó un papel importante en la zona sur de Armenia, como centro cultural, espiritual, económico y político.
La jornada terminaba en Goris, una ciudad tan poco agraciada que no hicimos una sola fotografía fuera de nuestro alojamiento. En el hotel Diana, horroroso por fuera, todas las habitaciones tienen las colchas de diferente color. A Pedro le correspondió un beige que le iba como anillo al dedo por su poco espíritu joven, a Iñaki un dorado que parecía la alcoba de un rey de la Edad Media, y a mí un fucsia que que hacía parecer que la mi alcoba estaba destinada a las operaciones que hacen las mujeres mals en lugar de a dormir (vamos, que parecía el catre de una mala puta).

Miércoles, 10 de julio.
Goris, Khndzoresk, Shushi, Gandzasar, Stepanakert. 
Nagorno Karabakh, todo el país en un día.
Casi sin abandonar Goris, hacemos una breve parada en Khndzoresk, un pueblo con cuevas habitadas. Aunque el paisaje es realmente espectacular, no podemos saber cómo vive la gente allí dentro, ya que lo más próximo que nos acercan es una atalaya desde la que se divisa la entrada de las cuevas a lo lejos.
La llegada al país vecino, Nagorno Karabakh, se consigue curva tras curva por una terrorífica carretera de montaña. Si nos dieran un €uro por la cifra final que resultara de una multiplicación de los giros de la ruta por el número de baches (parece que el asfalto lo han dejado tal cual acabó después de los bombardeos de la guerra contra Azerbaiyán), nos forrábamos. Subiendo y subiendo, se pasa por una cima en la que un cartel señala que entramos en Nagorno Karabakh. Sin embargo, la frontera no está en las alturas, sino una vez se llega al llano. Allí nos detenemos para que tomen nota de nuestros pasaportes. Pensábamos que era el último trámite fronterizo, pero nada más lejos de la realidad. Al llegar a la capital, Stepanakert, lo primero que tuvimos que hacer es dirigirnos al Ministerio del Interior para formalizar nuestros visados. La burocracia en Nagorno debe ser parecida a la de España ya que nos obligaron a dejar los DNIs (eran solo 3) para volver por la tarde, después de todas las visitas, y recibir la  documentación definitiva. Por los servicios nos cobraron 3000 drams por turista, unos 5'77 €uros.
Antes de llegar a Stepanakert habíamos realizado dos paradas: una para fotografiar el exterior de una iglesia y otra en Shushi, una ciudad con nombre de comida japonesa con una catedral de nombre imposible de recordar y una muralla. La Catedral de Ghazanchetsots, San Salvador, no esta construída con tufa o basalto, sino de piedra blanca, por lo que parece que tiene mucho más vida que el resto. Se levantó entre 1868 y 1887, con lo que también es más moderna, y más impersonal, que lo que hemos estado viendo.  Aunque actualmente es la sede de la Iglesia apostólica de Karabakh, durante la guerra se utilizó como refugio, granero o almacén de municiones. Ya en las afueras de Shushi apreciamos la antigua muralla con sus torres almenadas en las esquinas. Aunque el resto del grupo se sube y asoma a las fortificaciones, yo me quedo paseando por un bosque muy relajante.
Acabados los trámites aduaneros, partimos de la capital, para acercarnos al Monasterio de Gandzasar. El paisaje que domina Nagorno Karabakh se aúnan prados verdes y altas montañas boscosas. Muchas cimas aparecen rodeadas de neblina por la enorme humedad que generan las masas arboladas.
El Monasterio de Gandzasar se fundó en 1216, y la tradición dice que alberga la cabeza del Precursor San Juan Bautista, la mandíbula de San Gregorio y el brazo derecho de San Zacarías. Nosotros vimos ni una ni otras. Junto al templo, nos llevan a comer un pueblo pintoresco llamado Vank. Es un ejemplo de creatividad e imaginación, aunque para los occidentales de dudoso gusto, y para los ecologistas prohibido. En la orilla del río Chachenaget se han construido hoteles y restaurantes con poca gracia y formas infantiles (barquitos, pagodas, etc). Nos llevaron a un complejo hotelero llamado Tsovin Kar en el que destaca una escultura que aprovecha las cuevas y oquedades naturales de la montaña para recrear la cabeza de un león que de cuando en cuando ruge.
Muy cerca de Stepanakert accedemos al símbolo del país, el Monumento a Papik y Tatik. Dos figuras representan a unos abuelos con vestimenta tradicional. Cuando lo creó en 1967 el escultor Sargis Baghdasaryan le llamó “Nosotros y nuestras montañas” pensando en lo que representa Karabakh.
Con la tarde libre, nos damos un paseo por el centro de la capital que está muy próximo a nuestro alojamiento, el Vallex Garden Hotel que, probablemente sea el mejor hospedaje de todo el país. Lo peor fue que para dormir había que retirar 7 de las 8 almohadas que tenía la cama (de tal tamaño que yo cabía en un sentido o en perpendicular).

Jueves, 11 de julio.
Stepanakert, Caravansarai de Selim, Cementerio de Noratus, Lago Sevan y Sevanavanq, Sevan. 
El gasolinero, el cementerio de Noratus y el lago Sevan.
Impertinentes hay en todo el mundo, y hoy nos acompañan en el desayuno dos madrileños. Ella, con un mohín bastante despectivo, nos pregunta qué hacemos en el culo del mundo. Lo mismo que usted señora, que si Nagorno Karabakh es para nosotros el trasero del planeta, también lo será para la vuecencia. El marido, algo más amable, comenta que es bonito “esto”. Tiene que poner el deje despectivo. Por su desprecio hacia todo, seguro que son de Madrid y del Madrid.
Nos despedimos de Nagorno Karabakh por la misma ruta innoble por la que entramos. Su discurrir con miles de curvas hacia la diestra y hacia la siniestra (alguien debería contarlas) es tan pesado que nos cuesta 55 minutos completar los primeros 40 kilómetros. Según Kristina, Karabakh el país que abandonamos tiene un soldado por cada 3 habitantes. Parece exagerado.
Una vez en Armenia es necesario repostar, el mono volumen ya no da más de sí, y como no sería agradable que nos dejara tirados, necesita gasóleo. Nunca había visto llenar un depósito de esa manera. El gasolinero tiene un surtidor con una manguera muy pequeña con la que llena un bidón de unos 20 litros, coloca un embudo en el agujero del coche y vuelca el contenido a pulso. Un mono volumen tiene mucha cabida, por lo que tiene que repetir la jugada hasta 3 veces.
Después de toda una mañana en el vehículo, con una única parada para comer, llegamos a primera hora de la tarde al Caravanero Selim. Situado a 2400 metros de altura en el paso de montaña del mismo nombre, daba cobijo a viajeros que transitaban por una vía secundaria de la Ruta de la Seda. Data de 1332 y tras una bella entrada con un relieve de un toro y un animal alado, se accede a una sala en la que se alojaban a los que llegaban. Justo detrás, en una larga nave los animales, con su zona de comida y abrevadero. Los techos estaban horadados para permitir la entrada de luz y la salida de los humos de las hogueras.
Uno de los lugares que más impresionan en Armenia es el Cementerio de Noratus. Es el camposanto medieval con cruces (khachkars) más grande del mundo. Data de entre los siglos IX y XVII y en él se puede encontrar una parte de la historia de Armenia. Todas las tumbas están construidas en torno a una pequeña capilla medieval, que servía para los funerales y rezos previos a los enterramientos. Posee piedras esculpidas grabadas con símbolos y figuras medievales con un valor excepcional. Cuenta una leyenda que el líder militar y conquistador turcomongol, Tamerlán (1300 y 1400 dC), en su intento conquistador de toda Asia Central llegó al pueblo de Noratus. A los soldados armenios, que esperaban el ataque, se les ocurrió la genial idea de acudir al cementerio y colocar sus cascos encima de las tumbas. Al mismo tiempo se situaron detrás de cada cruz de piedra, simulando el escudo de guerra y blandieron al unísono sus espadas. Desde lejos el ejército de Tamerlán, asustado del poderío militar que parecía de mayor fuerza y número, huyó temeroso. Por ello se le conoce y denomina como el cementerio de los Khachkars milagrosos. Además de todas las cruces existentes, sobre el suelo se encuentran infinidad de lápidas destinadas a enterramientos de familias que no podían costearse la talla de una cruz de piedra. En ellas se pueden encontrar descrita la vida de las personas allí enterradas, o cuentos y leyendas míticas y antiguas. El Cementerio de Noratus es un lugar único, extraordinario y sobrecogedor. Los habitantes de Noratus son muy hábiles tejiendo con lana, y no pierden la oportunidad de atosigar a los turistas ofreciendo guantes, bufandas, etcétera. No pudimos escapar de adquirir unos guantes para utilizar durante el frío invierno navarro.
El Lago Seván está a tiro de piedra. Es la laguna de agua dulce más grande de todo el Cáucaso. Situada a 1900 metros de altitud y con una superficie aproximada de 5000 km2, todas sus orillas están rodeadas de zonas boscosas y largas playas en la costa norte. Es abundante en pesca, aunque su estrella principal, la trucha Sevan (ischkan), está prácticamente extinguida. En sus bosques está presente el muflón y el tejón y es un importante hábitat de aves. Es el centro turístico de verano por excelencia. La oferta hotelera y gastronómica es variada y de gran calidad. Se pueden practicar numerosos deportes náuticos como vela, esquí acuático, motos de agua, windsurf, etc. Dispone de zonas de picnic y campings. En una de ellas tomamos en barco alargado y estrecho que llevará a dar un breve paseo, no sin anécdotas, por el lago. Nada más abandonar puerto, un par de jovencitas locas montadas en una moto de agua muy potente para su físico, nos adelantaron por babor e intentaron presumir girando a toda velocidad delante de nuestra nave. Hicieron un ridículo total ya que en la bravata volcaron cayendo al agua. Hubo que montar un dispositivo de rescate, ya que su poca fuerza les impedía volver a montarse sobre su acuática montura. En estas estábamos, riéndonos de la ineptitud de las señoritas, cuando una fuerte ráfaga de viento arrancó, con muy mala saña, la gorra de la cabeza de Iñaki que grácilmente se escapó para posarse en el lago. Así que la su calva quedó sin protección ya que para ahora ya no preparamos otras acciones para recuperarla. Era la segunda gorra que perdía en Armenia y, por ello, la segunda gorra que debía comprar. A la tercera fue la vencida, ya no la volvió a extraviar.
La cercana península de Seván era hace 100 años una bella y romántica isla, pero durante el período de dominación soviético el lago del mismo nombre se drenó sistemáticamente hasta hacer descender su nivel unos veinte metros. Las consecuencias para el medio ambiente, la flora y la fauna de sus aguas, fueron terribles. Situado en una colina en el centro de la península, se encuentra el Monasterio de Savanavank. Del antiguo complejo monástico, fundado en el año 874, solo quedan en pie dos iglesias: Astvatsatsin (Santa Madre de Dios) y Arakelots (Santos Apóstoles). Ambas, de construcción tosca y de diseño muy similar (con planta de cruz y tambores ortogonales) se sitúan a distintas alturas. No tuvimos mucha suerte, ya que después de escalar los 220 empinados escalones que dan acceso al cenobio, de una iglesia nos expulsaron porque era tarde y cerraban, y la otra no abre nunca, no se puede visitar.
El descanso del guerrero lo tenemos previsto en el Hotel Blue Sevan, un conjunto de edificios de época rusa que resulta un tanto vintage, demodé. Las habitaciones son enormes pero muy mal decoradas, y en el piso en que nos alojamos hay un hall para reuniones con una mesa ovalada mucho más grande que la que utiliza cualquier gobierno en sus reuniones. Pensábamos darnos un baño en su playa particular, ya que no es fácil poder hacerlo a una altura de 1900 metros, pero el día se pone muy gris y frío, por lo que nos achantamos. Nos sirven la cena en un comedor equipado como los de antes. Tras tapiñarnos el menú correspondiente, nos indican que no hay postre. Sin embargo nos ponen platos y nos traen un postre muy extraño, pan.

Viernes, 12 de julio.
Sevan, Old Dilijan, Lermontovo, Monasterios de Haghpat y Sanahin, Yereván.
Alaverdi o el posible origen de los Alberdis vascos.
Tenemos que bajar nuestras pesadas maletas a recepción para llevarlas al mono volumen pero el ascensor está averiado, la puerta no se abre. Nadie acierta a arreglarlo. Mas no contábamos con la astucia de Pedro que rápidamente se da cuenta cómo se remiendan los problemas en hotel ruso viejo. Con un fuerte empujón a la encallada puerta se abre de inmediato y el elevador vuelve a estar en servicio.
A los pocos minutos de arrancar pasamos por el túnel más largo de Armenia, casi dos kilómetros y medio. Si al entrar el tiempo era soleado, al salir el tiempo es muy húmedo y la niebla ocultaba la parte más alta de todas las alturas cercanas. El paisaje cambia por completo y nos adentramos en una región en la que más de la mitad de su territorio lo ocupan frondosos bosques vírgenes.
Pronto llegamos a Old Dilijan, una aldea preparada exclusivamente para recibir a turistas a los que endilgar cualquier manufactura de las que allí producen. Las casas de la única calle son de madera, muy bonitas y cuidadas. Tuvimos suerte, ya que la hora temprana en la que llegamos hacía que la mayoría de los comercios estuvieran cerrados, por lo que nuestras carteras estaban igual de llenas al acabar la corta visita.
Si alguien intenta buscar Lermontovo en Google Maps no lo va encontrar, pero existe. Para nosotros tampoco fue fácil, entre la lluvia torrencial, las nubes bajas y el fresco de la mañana, ni nos bajamos del coche. La única calle, si se le puede llamar así, sin asfaltar y convertida en una rambla por el agua que corría, está flanqueada por casas de madera pintadas de diferentes colores que en un día soleado deben resultar muy agradables de ver. Sin embargo aquel día parecía que estaba muerto, no había ninguna actividad. En Lermontovo viven los molokanes (en ruso “bebedores de leche”), unos campesinos que evolucionaron a partir del cristianismo espiritual, negándose a obedecer a la Iglesia Ortodoxa Rusa. Se instalaron en Armenia en el siglo XIX, y mantienen el mismo estilo de vida, sus creencias religiosas y los hábitos que ya les diferenciaban hace 300 años.
Una carretera estrecha y con abundantes curvas, una vez más, nos lleva hasta Alaverdi. Esta ciudad con un nombre que cualquier vasco pronto haría suyo (Alaverdi se parece mucho a Alberdi, y los armenios dicen que los vascos son armenios) alberga dos complejos monásticos impresionantes: Sanahin y Haghpat. Fueron declarados Patrimonio Mundial de la Humanidad por la UNESCO en 1966 porque representan el florecimiento más elevado de la arquitectura armenia en su estilo único, producto de la suma de elementos constructivos y artísticos, bizantinos y locales, de la región del Cáucaso.
El monasterio de Sanahin data del siglo X y fue ampliado durante los tres siglos siguientes, construyéndose más de veinte edificios entre los que destacan la iglesia mayor o catedral de San Amenaprkitch, la iglesia de San Astvatsatsin, la capilla de San Gregorio, la torre campanario, depósitos de libros y habitaciones para los monjes. Numerosos ataques por parte de los mongoles en el siglo XIII, dañaron varias construcciones, sepulcros y khachkars, pero siempre fueron reconstruidos y restaurados. Junto al recinto, un monumento inmortaliza a Mikoyan, uno de los dos ingenieros que construyeron los famosos aviones rusos MIG. Si levantara la cabeza no creo que le gustara demasiado, aunque un caza MIG 21 plateado domina la estructura recordando que cualquier tiempo pasado fue mejor.
Haghpat es un conjunto arquitectónico magníficamente conservado que data del siglo X. Fue fundado por San Nishan, durante el reinado de un rey llamado Abas I, “muy conocido en su casa a la hora de comer, y después todo el día”. Consta de varias iglesias como la catedral San Nishan, capillas, un bello campanario separado del complejo, torre del reloj, sacristías, librerías, refectorios, escuelas y scriptoriums (escritorios para los copistas y restauradores de libros).
Para regresar a Yereván tomamos una carretera en mucho mejor estado que todas las que hemos conocido hasta ahora pero en la que, de igual manera que en todo el país, los armenios realizan unos adelantamientos escalofriantes en zonas con línea continua. La práctica de los conductores es bien sencilla, si hay sitio para tres vehículos pasan los tres, dos en un sentido y otro en el contrario. Por supuesto, el del centro circula sobre la línea que prohíbe expresamente el adelantamiento (incluso, también hay señales que lo indican), mientras que los de los laterales se abren utilizando la cuneta. Producen mucho pánico. No obstante, en Armenia los chóferes no son el único peligro en las carreteras. Dentro de un túnel muy mal iluminado nos topamos con dos vacas tumbadas que estaban descansando a la sombra. Hubo que sortearlas encomendándonos a la habilidad de Araik, nuestro conductor.
Una parada en una panadería nos permite apreciar fugazmente la fabricación del lavash, un pan fino que se utiliza para todo en las comidas.
Como final de la jornada cenamos en el restaurante “Libanon”, probablemente el mejor de Armenia en la actualidad, situado muy cerca de la Cascada. Como su propio nombre adelanta, nos sirvieron comida de estilo árabe de lo mejor. El vino era bastante caro para lo que se lleva en el país, ya que nos cobraron 1800 drams (3’47 €uros) por una copa. Hasta a Kristina, nuestra guía, le pareció un precio excesivo. Tal vez para compensar, tras los postres nos invitaron a chupito de vozka de frutas de 55°, muy fuerte pero muy recomendable para meterse a la cama de inmediato.

Sábado, 13 de julio.
Yereván, Talin, Aruch, Gyumri, Mastara, Yereván.
Gyumri y los monasterios destrozados por el terremoto de 1988.
Las iglesias y monasterios que visitamos hoy tienen nombres sencillos de articular, pero no deben ser muy importantes ya que en la única guía en castellano que encontramos sobre Armenia no son descritas. Por lo tanto, rellenos aparte, el objetivo fundamental es la ciudad de Gyumri.
La Catedral de Katoghike en Talin posiblemente tuvo un enorme esplendor hace algunos siglos, pero hoy en día está destrozada. Se encuentra en un recinto enorme, en el que estuvimos solos, acompañada de una iglesia pequeña que sí fue reconstruida. El gran templo es un monumento único de la arquitectura religiosa de Armenia con planta basilical de tres naves abovedadas pero, según muchos entendidos, muy mejorada respecto a modelos anteriores. No se conoce la fecha exacta de su fundación, aunque ya es citada en un texto de año 783. La iglesia pequeña, Kamsarakans (de la Santa Virgen), al sureste de la Catedral, pertenece al tipo pequeño simple. Con forma de cruz latina, tres de las cuatro alas tienen ábsides.
En Mastara hay una iglesia dedicada a San Juan Bautista (Hovhannes), ya que según una tradición, su cuerpo está enterrado allí. Algunas fuentes “históricas” señalan que las reliquias fueron llevadas a Armenia por Grigor Lusavorich (el Iluminador) desde Cesarea de Mar. Por ello, la localidad se llama Mastara (mas significa reliquia en armenio). Según inscripciones conservadas en sus muros fue levantada en el siglo VII, pero su arquitectura hace pensar que es anterior, del siglo V. Reconstruida en varias ocasiones, en el siglo XVIII fue rodeada con un muro. Su planta es cruciforme y está rematada por una cúpula con un diámetro de 11 metros apoyada en cuatro ábsides. Encontramos la iglesia completamente vacía en nuestra visita, mas un sacerdote y un ayudante, probablemente ayudanta por su voz de pito, celebran su culto para nadie.
A unos 125 kilómetros de Yereván se encuentra Gyumri, y se considera la segunda capital de Armenia. En la rica historia de la pretérita Alexsandropol, destacan varias conquistas que sufrió por parte de los turcos, que hacen que algunos edificios del casco antiguo se asemejen a otros que se pueden ver en Estambul. También se encuentran otros edificios de los siglos XVIII y XIX. Gyumri debió tener sus días de gloria, pero un terremoto la destruyó casi por completo en 1988. Por ello, la parte vieja de la ciudad está completamente destrozada, ya que todavía, 25 años después, no han llegado los fondos para su reconstrucción. Sus edificios más importantes son el Museo de Arquitectura Dzitoghtsyan, las Catedrales de San Astvatsastin (1847) y la del Santísimo Salvador, la iglesia rusa de San Nicolás o la más moderna de San Hakob. Parece ser que los habitantes de Gyumri tienen la costumbre de portear cosas en las bacas de sus tastarros, ya que llamarlos vehículos es demasiado. Nada más llegar un Lada transportaba varias coronas de flores para poner en tumbas, y junto a las catedrales otro acarreaba cochecitos de carreras para montar un tiovivo. Junto a un fuerte ruso del siglo XIX, en un pozo al que había que descender utilizando 89 escalones tallados en la roca, comimos en un restaurante de pescado. Con solo dos truchas, enormes y muy sabrosas, quedamos satisfechas cinco personas.
Volviendo hacia Yereván la última estación fue en Aruj (Aruch), una localidad con un templo y un caravanero. Llegamos con las puertas de la iglesia cerradas, por lo que fue necesario esperar más de un cuarto de hora a pleno sol para que nos la abrieran. Resulta que está siendo restaurada por un equipo italiano y la clausuran cuando no están trabajando. No se deben fiar mucho de que los lugareños no se lleven los materiales que utilizan. También hay que destacar que el templo ya fue arreglado en los años 1949 y 1950. Desde luego, no debió quedar muy bien, cuando hay que meterle mano de nuevo. Lo más importante en la gran sala abovedada deben ser unos frescos que no se pueden ver por estar ocultos tras los andamios colocados para la rehabilitación del edificio.
A la salida de Aruch se pueden apreciar los restos de un caravansaray del siglo XIII. De tufa roja, como casi todo en Armenia, contenía tres alas de las que se conserva una. El edificio no tenía ventanas y tenía el aspecto de una torre defensiva, ya que las caravanas que allí se detenían a pernoctar fueron atacadas y saqueadas continuamente.
Tras un descanso en el hotel nos conducen a cenar a un restaurante llamado Mimino, no minino de gato, en el que sirven comida georgiana de gran calidad. Previamente había venido a saludarnos una representante de la empresa mayorista armenia, pero su presencia fue muy breve. Aunque se comprometió a acompañarnos en la caminata de unos 20 minutos hasta el comedero, justo en la puerta del Ani Plaza se encontró con una compañera que le hizo cambiar de idea con prontitud.

Domingo, 14 de julio.
Yereván, Arco de Yeghishe Charents, Templo Garni, Monasterio de Gueghard, Museo de Sergei Paradjanov, Yereván.
Domingo de agobios y de personajes importantes en la historia de Armenia.
Yeghishe Charents, Yeghishe Soghomonyan (1897-1937) fue uno de los poetas más importantes de la historia de Armenia. En 1908 empezó a estudiar en la Escuela Real de Kars, su localidad natal, donde editó el ciclo de poemas "Garún" (Primavera) en 1910. Durante 5 años de estudios, Charents se llenó de conocimientos, leyó y estudió todo lo que encontró, desde Dante hasta Pshibyshevsky y otros simbolistas rusos. En 1914, salió a su luz la primera colección titulada "Tres canciones para la niña triste y pálida...", dedicada a su íntima amiga Astghik Hondahchyan. A las puertas de la Primera Guerra Mundial y con el sueño de liberación nacional de Armenia, deja atrás los sueños de la juventud y se convierte en voluntario, activista del movimiento de liberación nacional en Armenia Occidental. Los horrores de la guerra, el colapso de las aspiraciones nacionales y la destrucción de la romántica ilusión de la juventud afectan a Charents. Escribe el poema "Leyenda Dantesca" una de las mejores descripciones de la guerra a principios del siglo XX. En 1915, se va a Moscú para continuar sus estudios e ingresa en la Universidad de Shanyavskovo. En febrero de 1917, estuvo con los estudiantes que participaron en la liberación de los presos políticos de Butyrskaya. En 1918, Charents entra en las filas del Ejército Rojo, pero en 1919 regresa a Yereván y trabaja algún tiempo como profesor. En el mismo año en Tbilisi se edita el poema "Violenta Multitud", que se ha convertido en una obra maestra del conjunto de la poesía armenia. Tras dos matrimonios, en julio-agosto de 1936, el gobierno soviético inició la detención de varios escritores de origen armenio. En septiembre del mismo año Charents quedó bajo arresto domiciliario acusado de contrarrevolucionario, nacionalista, trotskista y terrorista. De las bibliotecas y las librerías se retiraron los libros de Charents, se suspendió la publicación de libros ya listos. Las autoridades empezaron a acosar también a su familia. Ante esto, Charents se manifestó con palabras muy duras por el trato que daban a sus allegados con lo que empeoró más su situación. El 27 de noviembre de 1937, a las siete de la mañana Yeghishe Charents murió en un hospital de Yereván. Según datos oficiales, la autopsia reveló que la causa de la muerte había sido el total agotamiento del cuerpo debido a diferentes enfermedades. En uno de sus mejores poemas se manifiesta el cariño que tenía por su patria. Se titula “Mi madre Armenia”:
       Amo el verbo soleado de mi dulce Armenia; 
         amo el matiz plañidero y lloroso de nuestra antigua viola,
         el embriagador perfume de esas rosas nuestras, flores color sangre.
         Amo la danza cadenciosa y lasciva de las hijas de Naír; 
         amo nuestro cielo azul, nuestras claras aguas y nuestro lago encendido,
         y el sol del verano, y los impetuosos vientos del invierno, y nuestras cabañas de
         ennegrecidos muros perdidas en las tinieblas. 
         Amo las piedras milenarias de nuestras ciudades históricas...
                     Y esté donde esté, no olvidaré nunca nuestros cantos elegíacos y nuestros
                     libros góticos que las plegarias han bendecido.
                     Y aunque dolorosas y profundas heridas abran mi corazón, no olvidaré a mi Armenia, huérfana desgarrada.
                  Para mi corazón no existe más grande hechizo, ni genios tan grandiosos como los de Narek y Kuchak...
                  Para mí, en el mundo entero no se eleva una cima más blanca que la de Ararat. 
                  Yo amo el camino de Masis... camino de gloria eterna.
Muy cerca de Yereván le dedicaron un arco de piedra, Charents’s Arc, que enmarca una de las mejores vistas de Armenia. Es un gran semicírculo, con una capacidad para más de 20, personas que fue construido en 1957 por el arquitecto Raphael Israyelian con la función de poder divisar las vistas espectaculares del monte Ararat y Masis. Se levanta a unos 1550 metros de altura. Cuando llegamos un grupo de 5 chicas con trajes regionales y un joven uniformado para la guerra grababan un anuncio. Gestos, más gestos, poses, ante nuestra mirada y nuestras fotografías. Y la reprobación del director de la filmación, aunque solo con el gesto, de la presencia de unos turistas que entorpecían su trabajo. Qué le vamos a hacer si se les ocurre ponerse a rodar cuando lo visitamos.
No nos desplazamos demasiado, cuando llegamos al templo pagano de Garni. Pagano por no religioso, ya que es un templo romano. Su construcción, ordenada por el rey Tiridates I, data del siglo I dC. Es un edificio tipo peristilo de orden jónico dedicado al dios Mitra, por lo que se le llama el Templo del Sol. El entablamiento o parte superior, descansa sobre los capiteles de 24 columnas. Existen dos teorías sobre la finalidad de su construcción, la primera, se refiere al levantamiento del templo en honor de una nueva provincia romana, Armenia. La segunda teoría, cree que en realidad se trata de la tumba de un alto representante del gobierno romano-armenio, quizás fuese Gaius Julius Sohaemus. Een este caso la construcción dataría del siglo II, aproximadamente sobre el año 175, y no la habría ordenado Tiridates I (ya que subió al trono, coronado por Nerón en el 66 dC). Un terremoto lo destruyó en 1679 y sus restos reposaron allí hasta que las autoridades rusas lo reconstruyeron magníficamente entre 1969 y 1975. Las vistas a las profundas gargantas del rio Azat son impresionantes. En la programación del viaje que compramos indicaba “En el Templo de Garni concierto de Duduk (20 minutos). Duduk es un instrumento musical típico armenio, tipo flauta”. Debieron olvidarse de su oferta, ya que de la audición nada de nada. El amigo Javier Alberdi, quien sabe si sus orígenes estarán aquí en Armenia, en Alaverdi, como muy buen agente de viajes que es, consultó ese mismo día la razón de la omisión. Resulta que el concierto de duduk se plantea para grupos mayores de 20 personas y nosotros somos solo 3. Es lo que tiene “copiar y pegar”, a veces se producen errores como este. No obstante, creo que hubiera sido imposible su celebración porque el gentío que había en el templo aquel domingo no lo permitía. O si lo permitía habría sido para 500 personas o más.
A 9 kilómetros de Garni se encuentra el Monasterio de Geghard, llamado así (de la Lanza) porque la tradición dice que albergó la lanza con la que Longinus atravesó el cuerpo de Jesucristo en la Cruz y que llevó allí, supuestamente, el apóstol Tadeo. Hoy se esconde, no la dejan ver, en la Catedral de Echmiadzin. El complejo arquitectónico de Geghardavank es extraordinario por su originalidad y por su integración en la montaña y en los verdes bosques que lo rodean. Las primeras construcciones datan del siglo IV, impulsadas por San Gregorio el Iluminador. Fueron excavadas en la roca de la montaña sobre una cueva de la que manaba un manantial sagrado en la época precristiana. La iglesia principal fue levantada mucho después, en 1215, por los Zakharia lvane y posteriormente comprada por el príncipe Prosh Khaghbakian, que continuó levantando nuevas estructuras. El paseo por las diferentes dependencias fue bastante agobiante ya que el lugar estaba infestado de turistas, la mayor parte armenios, que no permitían un deambular agradable. Además, los lugareños son muy poco respetuosos con los espacios de culto: utilizan el móvil, chillan más que los españoles o italianos en un bar, portan ropa irreverente con tirantes o pantalón corto, etc. En la entrada al conjunto hay dos oquedades horadadas a buena altura. Los jóvenes lanzan piedras y si aciertan la costumbre dice que se les cumple un anhelo. La cuestión es que no se sabe cuántos pedruscos está permitido tirar antes de atinar, por lo que alguno con poca puntería puede arrojar miles. No creo en eso de que se cumplen los deseos si cumples ciertos ritos, ya que llevo pidiendo lo mismo durante años y no hay forma. Por si acaso sigo intentándolo. Al otro lado del Monasterio de Geghard el llamado “Puente Viejo” salva un regacho con muy poco agua. En la otra orilla, en una zona arbolada, los armenios ataban en las ramas pañuelos para conseguir el ansiado deseo. Ataban porque en la actualidad una señal lo prohíbe expresamente y como son cumplidores de la ley ya no lo hacen. Pero yo no soy tan celoso y no desistí. Así que colgué un moquero que había comprado en los chinos al efecto antes de salir de Pamplona. Desconozco si los nativos se les cumple la petición, pero yo no lo consigo, por lo que continúo con la esperanza que es lo último que se pierde.
Ya de retorno nos detuvimos en un restaurante típico en el que pudimos ver con gran precisión la fabricación del Lavash, el pan típico de Armenia. Es el pan más utilizado, para todo, como acompañamiento en comidas, aperitivos, como pan de pita, acompañando sopas o incluso en los postres. Dura fresco 2 semanas en el frigorífico, dentro una bolsa o paño. El más afamado y sabroso es realizado artesanalmente como hace miles de años. En un agujero profundo y cilíndrico hecho de piedra dentro del suelo, se enciende hoguera en el fondo. Cuando las llamas se apagan y sólo quedan las brasas toda la pared de piedra queda muy caliente. Una vez la pasta esta amasada y extendida se coloca sobre una almohada a modo de molde y se pega contra la pared caliente. El lavash entonces queda adherido a los costados del agujero, cociéndose por la acción del calor. Una vez en su punto se despega y se extrae, dando lugar a una torta pan muy fina. A los postres se nos acercó una señora que se parecía mucho a la cantante Karina, la del “buscando en el baúl de los recuerdos”, que se empeñó en hacerse una fotografía con Iñaki. La imagen recordaba mucho, por el volumen de los personajes retratados, a una pintura de Botero.
Antes de descansar un rato en el hotel, hacemos una última parada en el Museo de Sergei Paradjanov, un cineasta y artista muy reconocido en Armenia. Parajanov nació Tbilisi en 1924 y murió en Yereván en 1990. Realizó numerosas películas, algunas fueron grandes obras como "Sombras de Antepasados Olvidados", "El Color de la Granada" o "La leyenda de la Fortaleza de Suram". Por alguna de sus obras fue perseguido, censurado y encarcelado por el régimen comunista ruso. Así, Sergei Parajanov logró sacar adelante el guión de “El Color de la Granada” en 1966, en plena apertura del régimen soviético. Tuvo tiempo para desarrollar una ambiciosa idea que le rondaba la cabeza desde hacía mucho tiempo: rendir homenaje cinematográfico a Sayat Nova, uno de los más grandes poetas de la historia de Armenia. Pero en 1968, con la película terminada, el régimen soviético se endureció, los tanques habían salido en Praga y soplaban vientos represivos. En el Goskino, el Comité Estatal para Cinematografía de la URSS se preguntaban ¿quién demonios aprobó este guión? Una vez vista la película, los responsables del Comité la rechazaron por su exagerados erotismo, espiritualidad y simbolismo. El cineasta terminó en la cárcel durante cuatro años y pasaron más de 15 hasta que pudo volver a trabajar. Parajanov construyó su casa en Yereván, donde se sitúa el actual museo fundado en 1972 por el crítico de arte Henrik Igitian con ayuda de muchos artistas de los años 60. Dispone de obras sobre artistas soviéticos y contemporáneos en una simbiosis entre la tradición artística armenia y la vanguardia europea y norteamericana.
La noche nos traía una nueva decepción de la empresa “Producto Propio”, mayorista que nos había vendido el paquete vacacional. En el apartado de la programación llamado "Cuotas del programa que incluye:", el apartado 8 señalaba: "8. Cena de despedida con música típica y bailes tradicionales". Al igual que el concierto de duduk, también se la cenaron, y nunca mejor dicho. Dado que era la última cena incluida en el programa se la comenté a la guía por la mañana. Me contestó que no sabía nada, pero que donde cenábamos, Afrikyanneri Pandok, algunas noches había espectáculo. Ni folklore, ni música, ni nada. Por lo visto, allí solo hay espacio para una orquesta, nunca para bailar, y nosotros tuvimos muy mala suerte ya que según contaron a Kristina se había muerto el padre de uno de los músicos. ¡Mienten peor que los niños! Es la misma escusa que me ponían algunos jugadores de los equipos de baloncesto que he dirigido cuando no querían acudir a un entrenamiento. Lo peor es que nos quedamos sin una ceremonia que nos suele apetecer. La página web del cenadero, en la que se puede apreciar que nunca hay una gala folklórica es: http://yerevanresto.am/en/leisures/AfrikyanneriPandok

Lunes, 15 de julio.
Día libre en Yereván. Fabrica de Coñac Ararat.
Un beodo por culpa del coñac.
Aunque teníamos programada la visita a las destilerías Ararat (en Armenia todo se llama Ararat) para el lunes 8 de julio, esa fiesta nacional en la que todo el mundo se agredía con cubos de agua, hizo que estuvieran cerradas. El último día en Yereván lo teníamos libre, así que partimos pronto, para las 10:30 horas, porque la degustación de brandy tiene sus ritos.
Junto con el Coñac Francés, el brandy armenio es el mejor del mundo. Posee innumerables medallas y numerosos premios. Su elaboración y tradición posee el mismo prestigio que su homólogo francés. Se exporta fundamentalmente a Rusia (como coñac), a Europa y a varios países del mundo (como brandy). Se cultiva en las llanuras del monte Ararat desde finales del siglo XIX, donde las abundantes uvas reciben los rayos del sol casi 300 días al año. Las tierras volcánicas del valle, con más de 30 variedades y a 700 metros de altitud, producen un tipo de uva que no se da en ninguna otra parte del mundo. El brandy posee entonces, un sabor intenso y exuberante, con notas de vainilla, chocolate e incluso nueces. Su envejecimiento se realiza según manda la tradición en barricas de roble del Cáucaso, una madera especial y  diferente a las de Europa que le confieren su sabor y aroma únicos. Como mínimo debe envejecer 3 años, aunque lo normal para que tenga muy buena calidad serán 5. El tiempo en barrica siempre viene indicado en la botella del licor y puede llegar hasta los 40 años de envejecimiento. Hasta el mismo Winston Churcill, dos veces presidente del Reino Unido y Nobel de Literatura, quedó impresionado en la Conferencia de Yalta, cuando le dieron a probar buen coñac armenio. Desde ese momento solicitó al presidente ruso Stalin, que le enviara regularmente, botellas de buen aguardiente armenio.
La visita es corta, más bien un engaño, ya que solo enseñan una sala de barricas en unos 15 minutos y enseguida te dirigen a la cata. Probamos un coñac de 3 y otro de 10 años. Según la chica que nos acompaña, el coñac se debe beber antes de las 11 de la mañana porque los sentidos están más despiertos, la copa se coge con la mano izquierda porque está más cerca del corazón, y se brinda porque unos diablillos habitan en el borde de la copa y al chocarlas se caen fuera y evitan la borrachera. Si se derraman dentro la moña es segura, por lo que deduzco que si una persona bebe sin compañía se embriaga seguro, ya que no puede brindar. A Iñaki le debieron caer los diablillos dentro de la copa: dos cervezas después del coñac y otra para comer hacen que por la tarde esté tan resacoso que solo pudiera salir a cenar. Nada más acabar la prueba, y antes de la partida, no hay otro remedio que atravesar la tienda en la que no tenemos otro remedio que comprar unas botellitas que de brandy de 10 años que sale a unos 45 €uros el litro.
El resto del día no tenemos nada proyectado, lo que nos hizo callejear por Yereván y degustar productos locales en dos restaurantes que teníamos localizados: un kebab georgiano picante en el Patio Caucasiano para la comida y otras viandas en el Café Central para la cena. Y a la cama pronto, para las 2:30 horas de la madrugada tenemos que estar en el aeropuerto.

Martes, 16 de julio.
Yereván, transferencia al aeropuerto “ Zvartnots”, Praga, Barcelona, Pamplona.
Hogar, dulce hogar.
Diana florida a la una y media de la madrugada, a las dos salimos del hotel para estar en el aeropuerto de Zvartnots 30 minutos más tarde. El vuelo parte a las 3:40 horas.
Los Airbus de las Czech Airlines son incomodísimos, y pueden pasar dos cosas: o son muy viejos o los compraron de segunda mano, o ambos. Pese al sueño, me fue imposible coger postura durante el primer rato del vuelo, ¡qué asientos más duros! Suerte que llegados a la altura de vuelo definitiva, la única señora que ocupa la fila inmediatamente delante de la nuestra se cambia de sitio y se va con una amiga más atrás. Las tres butacas para mí, pero pese a todo no logro echar una cabezadita en ninguna posición. Para colmo, sobre las 4 de la madrugada nos sirven una “estupenda” ración de pasta que casi nadie se atreve a comer.
En el aeropuerto de Praga disponíamos de casi 5 horas para “descansar”. No hicimos nada especial: pasear, ver tiendas, desayunar… Nos sorprendió un anuncio que representaba un avión aterrizando con un texto que suponemos que ponía “Bienvenido Praga (traducido con tradukka.com), espacio exclusivo para publicidad en el aeropuerto Václav Havel”. El problema es que la aeronave estaba picando de tal forma contra la pista de aterrizaje que el tortazo es seguro. Más vale que no era una fotografía, sino un dibujo. Si las líneas aéreas checas en las que volamos lo hicieran así, no solo serían malas por dentro.
El desplazamiento entre Praga y Barcelona es algo más corto que entre Yereván y Praga, pero el avión es igual de cargante. Además, los “aeronautas” checos no dejan de sorprendernos: saludan a los pasajeros en varios idiomas, entre los que no está el castellano pero sí el catalán. Esta vez, la comida ligera señalada en los billetes fue muy ligera ya que consistió en una bolsita con 4 galletas dulces que pesaban, sumando las cuatro, la friolera de 30 gramos.
Así que cuando llegamos al aeropuerto de El Prat, teníamos los estómagos ronroneando. No tuvimos otro remedio que desviarnos un poco de nuestra ruta hacia Pamplona para hacernos que una maravillosa paella en el restaurante La Bota, frente el arco romano de Bará, justo a la entrada de dos pueblos muy majos: Roda de Bará y la Roca de San Cayetano (en castellano y sin rotular en catalán). Desde aquí a Pamplona unas cuatro horas para arribar al hogar, dulce hogar. Fin de viaje.