miércoles, 24 de abril de 2013

La aventura de los patitos naúfragos


Hace más de 11 años que sucedió esta historia. Resulta que el 10 de enero de 1992 una gigantesca tormenta sorprendió cerca de las Islas Aleutianas a un carguero que cruzaba el océano Pacífico. Había zarpado de Hong Kong rumbo a las américas.


Los terribles balanceos que sufrió el buque lo averiaron e hicieron que 12 de sus contenedores se soltaran de sus amarres y cayeran por la borda. En uno de ellos viajaban miles de patitos de goma similares a aquellos con los que jugábamos en la bañera cuando éramos niños. Los que hasta ese momento eran unos “pato - polizones” pronto se dieron cuenta de su angustiosa situación, así que pasaron a la acción. Con todas sus fuerzas presionaron sobre la puerta de su prisión, consiguiendo abrirla para escapar. En el agua no tenían problema, y es que los patos saben nadar y como eran de goma no necesitaban comer. Pero parecía que no todo podía salir bien a la marea amarilla que ahora flotaba en el Pacífico, que se les acumulaban los problemas, porque las corrientes marinas empezaron a dispersarlos. Cada uno siguió su singladura de miles de kilómetros en solitario o acompañado por unos pocos colegas pato hasta alcanzar playas alejadísimas unas de otras. Todavía hoy en día sigue apareciendo de vez en cuando un patito de goma en alguna playa recóndita. Los chavales los recogen y los cuidan, ya que llegan tan demacrados y pálidos que han perdido su color amarillo y son blancos. Como en el cuento, el patito se convierte en cisne.


Esta historia, que es cierta, ha conseguido que los patos de goma se hayan convertido en unos auténticos héroes para la ciencia. A medida que los juguetes han ido apareciendo en diferentes playas, los científicos han podido estudiar cómo funcionan las corrientes marinas de una forma nueva y eficaz. Al disponer de tantos objetos flotantes iguales, y gracias a la información de todas las playas donde la gente los encuentra, los estudios han sido mucho más precisos que nunca gracias a los patitos. Tanto es así, que ahora los expertos están convencidos de que sabrán cómo conservar mejor las reservas de pescado y comprenderán algunos efectos aún desconocidos del calentamiento de la Tierra.


Todos mis conocidos se toman a broma mi colección de patitos de goma. La familia todavía no es muy numerosa, pero poco a poco va creciendo. En todos los viajes que realizo procuro traerme, por lo menos, uno de ellos. Y así conviven el faraón y la momia, el indio y el vaquero, el de un equipo de fútbol y el de otro de baloncesto, mamá pato y sus patitos, el diablo y el que enamora, el bañista y el submarinista, el gaitero y el del sombrero…