Ni me gustan las grandes aglomeraciones de gente, ni me atrae
disfrazarme. Tampoco me cautivan los cotillones ni comer uvas fuera de tiempo. Así
que en Nochevieja me encuentro absolutamente desplazado, fuera de sitio. Muy
pronto me pongo el atuendo más apropiado que tengo para tan señalada ocasión,
el pijama, y acompañado del utensilio más útil y complementario, el orinal,
desaparezco.